lunes, 22 de febrero de 2010


"No tiene ninguna gracia ser cobarde. Aunque quizá no sea cobarde del todo. No sé. Creo que en parte soy cobarde y en parte soy de esos que no les importa perder unos guantes. Nunca me importa mucho perder nada, una cosa que sacaba de quizio a mi madre cuando era un crío. Hay tíos que pasan días enteros buscando algo que han perdido. Yo creo que nunca tengo nada que me importe perder. Quizá en parte por eso sea cobarde. Aunque no es excusa. No lo es. No se debe ser cobarde en absoluto; si tienes que atizar a alguien un puñetazo en la mandíbula y te apetece hacerlo, debes hacerlo. Pero yo no sirvo para esas cosas. Preferiría tirar a un tío por la ventana o cortarle la cabeza con un machete a atizarle un puñetazo en la mandíbula. Odio las peleas a puñetazos. No me importa mucho que me peguen -tampoco me vuelvo loco, claro-, pero lo que más em asusta de las peleas a puñetazos es ver la cara del otro tío. No aguanto ver la cara del otro tío, ése es mi problema. No estaría tan mal si los dos tuvieramos los ojos vendados o algo así. Si lo piensas bien, es un tipo de cobardía bastante raro, pero aún así es cobardía. No me engaño"
El guardían entre el centeno-J.D. Salinger
A veces tengo la sensación de que vivo en un mundo atemporal, ayer me enteré de que murió en enero del presente año J.D. Salinger, autor de dos de mis libros favoritos: Nueve cuentos y al que pertenece el fragmento arriba escrito.
J.D. Salinger, estés donde estés, miles de Holdens te estaremos eternamente agradecidos por ese libro deprimente y real, a parte iguales, que habla de un adolescente atípico en el que muchos nos hemos visto reflejados durante un periodo de la vida.
Descansa en paz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario